En las
dos entadas anteriores hemos hablado de los referéndums en general y en
particular del seudoreferéndum catalán del día primero de octubre.
Puede que algunos hubieran preferido que narráramos esta historia
con mayor rigor cronológico, pero hemos preferido hacerlo así en un intento por
que fuera más amena y menos lineal. Así, conformaremos un puzle que nuestros
lectores, al final, podrán ordenar como gusten.
VAMOS A CONTAR MENTIRAS,
TRALARÁ
Aunque el nacionalismo catalán, como veremos en otra parte,
propiamente nació a finales del siglo XIX, ha sido en estos últimos años cuando
su crecimiento se ha hecho exponencial. Este crecimiento espectacular ha sido
fuertemente impulsado por la difusión masiva de una serie de mentiras que el
nacionalismo catalán ha urdido a lo largo de estos últimos años. Ya desde su
mismo nacimiento, el independentismo trató de dotarse de una serie de
“argumentos” que iban desde las razones históricas a las biológicas (raciales);
dejaremos un repaso a esos argumentos en otro apartado y nos limitaremos aquí a
reseñar los más recientes.
Advertimos que todas o casi todas
las mentiras aquí expuestas han sido extraídas del artículo «Mitos y falsedades del “procés”»,
publicado en el diario El País el día
24 de septiembre pasado.
1.
LA CONSTITUCIÓN DE 1978 ES HOSTIL A LOS CATALANES.
No solamente es falsa esta afirmación, sino que además resulta
grotesca. Hay muchísimos argumentos para desmontar esta absoluta estupidez. Lo
primero, es que de los siete ponentes de la Constitución, dos de ellos eran catalanes:
Miquel Roca y Jordi Solé Tura. Y ya quisieran para sí muchos de los políticos
hoy en activo, la altura política e intelectual de esas dos personas. Lo
segundo es que este texto constitucional es conocido como “el de
los catalanes” precisamente por la influencia directa e indirecta que
ejercieron durante su redacción. Lo tercero es que el modelo de estado elegido
fue el de la República Federal Alemana, muy descentralizada en comparación con
Francia e Italia, por ejemplo.
Así, pues, España es hoy uno de los países políticamente más descentralizados del mundo. Y, hay que reconocerlo, en parte debido a la influencia catalana en la
redacción de la Constitución. Esta influencia se ha dejado sentir tanto por el
empuje de determinados partidos, sobre todo el PSC, y también como un intento
de reconocer y recuperar el impulso dado a la descentralización en la II
República. Pero recordamos ahora una película en la que un agente de bolsa
americano le pregunta a su jefe que cuántos millones necesitaría tener para
retirarse del negocio y el otro contesta: MÁS… Había una canción que decía precisamente
eso: Todos queremos más. Pero ¿cuándo se para ese ansia? ¿Cuando se toma lo
ajeno?
Ahora, como tantas otras cosas, algunos (no solo los
independentistas) pretenden derogar la Constitución. Entre esos “algunos” hay
gente de toda laya y quizá se reconozcan por su actitud que podría describir el
título de una obra del escritor británico John Osborne: “Mirando hacia atrás
con ira”. Por cierto, este escritor pertenecía a un grupo de autores llamado “Jóvenes
Airados”. Nada que ver, nada que ver…
Estos “demoledores” por afición y convicción, son los nunca bien
ponderados adanistas, esos que pretenden que la historia del mundo empiece a
contar desde la fecha de su nacimiento. Hemos hablado en varias ocasiones de ellos,
así que vamos a dejarles ahora con sus ensoñaciones.
En cambio, los independentistas catalanes utilizan otros
argumentos contra la Constitución. Y como suele pasar con esta gente, esos argumentos son tan
falaces que no resisten el menor análisis. Quieren basarse en los 1,9 millones
de votos que cosecharon los partidos que hoy gobiernan Cataluña (Junts pel Sí y
la CUP) en las elecciones de 2015: eso supone el 47,7% de los votantes. Claro
que no les interesa hablar de los 2,7 millones de catalanes que aprobaron en
referéndum la Constitución de 1978. Y eso suponía el 90,46% de los votantes. Es
de suyo que ese argumento independentista no tiene valor alguno en tanto no
consigan superar ese número de votos. Eso es lo que pensaría cualquier persona
sensata.
2.
LA AUTONOMÍA HA FRACASADO.
Somos muchos los que creemos que, sin estar totalmente de acuerdo
con la actual Constitución española, comprendemos (porque vivimos aquellos
años) que el ambiente político general impedía, en la mayoría de los casos, ir
mucho más allá de lo que se fue, teniendo en cuenta los condicionantes de todo
tipo con que se llevó a cabo la llamada “Transición Política”. Recordamos los
constantes rumores de “ruido de sables”, “inquietud en las salas de bandera”,
el “búnker” siempre amenazador, etc. etc.
Reproducimos las portadas
de dos ejemplares de la revista semanal Triunfo: la primera, la del número 778,
fechada el 24 de diciembre de 1977 (un
año antes del referéndum en que se aprobó la Constitución). El «Olor a pólvora»
a que hace alusión la portada, tiene que ver entre otras cosas con las palabras
pronunciadas por un general de la Guardia Civil en un acto de homenaje póstumo
a un guardia civil asesinado. Dijo así: «La Guardia Civil, por su naturaleza de
cuerpo armado, dotado de medios de represión enérgicos y contundentes, no está
capacitado para operar en ciertos medios en los cuales deben operar otras
fuerzas. La Guardia Civil no quiere víctimas. Sirve al pueblo y no tolerará que
en nombre del pueblo, del que proceden sus hombres, se instigue la muerte de
sus miembros. Por eso pide a la máxima representación del poder central aquí
presente que, si alguna vez tiene que usar de esta fuerza, sepa la
responsabilidad que contrae. No tenemos medios intermedios d defensa; sentimos
todos los muertos, pero no podemos dejarnos matar sin acudir a los medios que
se han puesto en nuestras manos.»
Más adelante, el editorial de la revista dice: «Hay un olor a
pólvora en el país. Cada fin de semana nos encontramos con un muerto de muerte
violenta. Se nos asegura que esta vez el Gobierno va a tomar medidas firmes.
Las que toma, o son inútiles o producen nuevas alteraciones. La persecución de
los delitos cometidos debe hacerse sobre los culpables directos,
individualizándolos, no en forma de castigo sobre la nación.»
Los curiosos pueden acudir a la hemeroteca para situar estas
frases en su contexto concreto.
La otra portada de Triunfo que reproducimos corresponde al número
827, del 2 de diciembre de 1978 (el sábado anterior al referéndum sobre la
Constitución española, que tuvo lugar el miércoles día 6). Vemos en esta
portada un enorme SÍ, acompañado por otro titular que dice «EL “GOLPE DE
MANO”». Pues bien, este golpe de mano hacía referencia a la “Operación
Galaxia”, nonato golpe de estado proyectado por Tejero e Ynestrillas, entre
otros.
Hemos reproducido estas dos portadas por dos razones: Una, para
ilustrar nuestra afirmación anterior acerca de las tensiones políticas en torno
a las cuales se elaboró y aprobó la Constitución. Y otra, para que los eternos
adanistas, esos que dicen aborrecer la Constitución (apostaríamos a que
aborrecen la historia universal) por la única razón de que ellos no estaban
allí para votarla, se enteren de una vez por todas de que ni estaban, ni los que
estábamos allí les esperábamos. Se nos entiende?
Ahora, somos muchos los que pensamos que, por diversas razones, la
Constitución española de 1978 necesita urgentemente una serie de reformas. De
acuerdo. Y entre esas reformas, también estamos de acuerdo, habrá que abordar el tan
cacareado Título VIII, DE LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO. Pero hay una
opinión bastante extendida entre los partidarios de una organización
centralista del Estado, de que efectivamente algo se hizo mal en la
Constitución: una excesiva y alocada descentralización que ha llevado a
innumerables duplicidades de funciones, disfunción y encarecimiento de las
administraciones públicas, etc. Ergo, proponen una recapitulación, una cierta
retirada a las Comunidades Autónomas de algunas competencias, que volverían a
ser asumidas por el gobierno central.
Dicho lo anterior para centrar el origen y estado actual de la
cuestión, vayamos a la afirmación central de que la autonomía ha fracasado en
Cataluña. Si bien es cierto que el PP ha
ido introduciendo desde 2012 toda una serie de leyes tendentes a recentralizar
el poder, lo que es innegable es que los Estatutos de Autonomía catalanes (1979
y 2006) en general, han supuesto que Cataluña alcance unas cuotas de
autogobierno que jamás ha tenido en toda su historia: recuperación del idioma,
corresponsabilidad fiscal y recaudación de impuestos, competencias en sanidad y
educación, etc. etc. Pese a ello, los independentistas han hecho casus belli de los recortes que el
Tribunal Constitucional hizo al Estatuto de 2006. Sería absurdo negar los
errores cometidos por el presidente Zapatero, como tampoco el PP puede soslayar
sus responsabilidades ante aquella feroz campaña, recogida de firmas incluida,
contra ese Estatuto. Pero al final el resultado de esta intervención del TC fue
más cualitativa que cuantitativa: se anuló un artículo y se hicieron matizaciones
a otros 13, y esto, de un total de 238 artículos. Pero se tocaron aspectos como
la descentralización del poder judicial, se eliminaron importantes competencias
financieras y determinados aspectos simbólicos. Lo peor fue que en Cataluña
cayó como un jarro de agua fría, un agravio imperdonable, que un tribunal de
justicia anulara cuestiones aprobadas por la voluntad popular representada en
un parlamento y sometida además a referéndum. Aún hoy, esto sigue sirviendo de
munición en el argumentario independentista.
No podemos dejar de señalar aquí la hipocresía de Esquerra
Republicana de Catalunya, que pese a ser los que más han lamentado después la “pérdida”
del Estatuto, hicieron campaña en contra de ese texto e incluso pidieron el voto
negativo en el referéndum de 2006. Claro que de esto nadie quiere hablar. Tal vez ese afán por borrar la historia no solo tenga por objeto enterrar la corrupción; puede que también tenga que ver con ocultar otras verdades (vergüenzas) incómodas.
Pese a estos y otros reveses, España está considerado
internacionalmente como el séptimo país de la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos) según el baremo del poder fiscal
descentralizado, y el primer país en cuanto a la intensidad de su
descentralización entre 1995 y 2004. Recordemos de paso que la OCDE está
integrada por 35 países, desde Alemania a Turquía, pasando por Estados Unidos,
Reino Unido, Francia, Nueva Zelanda, etc.
3.
VOTAR ES SIEMPRE DEMOCRÁTICO.
Esta es una de las falacias que con más ahínco ha mantenido y
sigue manteniendo el independentismo catalán. En cuanto a las hipotéticas “bondades”
democráticas de los referéndums, nos remitimos a nuestro post del día 4 de este
mismo mes. Pero ellos siguen impertérritos repitiendo las mismas mentiras pese
a que una y otra vez se le desmontan los argumentos; y no sólo por parte de los
partidos políticos españoles contrarios a la secesión, sino por parte de todos
los organismos internacionales.
Los independentistas catalanes, inasequibles al desaliento, sacan
los casos de Quebec, de Escocia e incluso de Eslovenia: parece que son
incapaces de entender que son casos muy distintos, tanto histórica como
legalmente, pero ellos siguen repitiendo lo mismo Y funcionan poniendo en
circulación conceptos que no acaban de explicar, como el tan cacareado “referéndum
pactado”. ¿Qué es eso?
No vamos a cansar más a nuestros lectores aportando argumentos
contrarios a la pretensión de revestir de legalidad y democracia pretensiones a
todas luces ilegales y antidemocráticas. En la red, en los múltiples artículos
publicados al respecto, encontrarán argumentos de todo tipo que invalidan estas
pretensiones.
(Continuará)