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domingo, 3 de julio de 2016

DE CONTUBERNIOS Y PUCHERAZOS

La palabra contubernio, a pesar de que su sentido original romano casi se ha olvidado, sigue teniendo una fuerte presencia entre nosotros. Al menos, la tuvo en la época franquista y hoy se emplea todavía para referirse (por lo general humorísticamente) a aquella época.

Aunque era bastante usada por los jerifaltes franquistas, citaremos dos ocasiones en que se usó la palabra de manera oficial y que por ello pasó a la historia indisolublemente unida a esos dos acontecimientos: la celebración en 1962 del IV Congreso del Movimiento Europeo, que aquí se llamó el Contubernio de Múnich, y la última aparición pública del general Franco, el 1 de octubre de 1975, tras los fusilamientos ejecutados cuatro días antes, donde el general dijo: “Todo lo que en España y Europa se ha “armao” obedece a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”. No entramos en más detalles acerca de estas dos históricas fechas: estamos seguros de que los lectores interesados en profundizar más encontrarán fácilmente fuentes para ello.

Después de esta ligera introducción histórica reciente de la palabra contubernio, digamos ya que en la mayoría de las ocasiones el significado de contubernio podría ser el de “alianza ilícita” o también “conspiración”.

Pasemos ahora a la segunda palabra del título de esta entrada, PUCHERAZO. Significa, según la Real Academia Española de la Lengua, “fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos.”

Esta palabra tiene su origen en el período de la Restauración borbónica en España (entre la Primera y Segunda Repúblicas), cuando se pactó caciquilmente la alternancia estricta en la detentación del poder de los partidos Liberal y Conservador. Para ello se amañaban las elecciones, generalmente aportando votos a las urnas cuando se veía que iba ganando el partido al que le tocaba perder. Las papeletas de votación solían estar escondidas en recipientes (a menudo, pucheros) dentro del mismo colegio electoral.
Otras palabras que pasaron al vocabulario político español en aquella época fueron “lázaro” y “cunero”. Con la primera se designaba a aquel elector que no obstante llevar más o menos tiempo muerto, depositaba oficialmente su voto. Con la segunda se llamaba burlonamente a los candidatos de una circunscripción que, sin tener vinculación alguna con ella, eran designados por el partido. La última vez que oímos hablar de los “muertos votantes” en España fue en el referéndum de Autonomía de Andalucía, cuando se acusó al partido de Adolfo Suárez, la UCD, de manipular el censo. Probablemente la acusación era falsa, porque ya en aquella época era muy difícil (casi imposible, diríamos) evitar el control de los demás partidos.

En cuanto a los “cuneros”, ahora también llamados “paracaidistas” (que caen desde arriba) parece que gozan y gozarán todavía de buena salud. Pongamos como ejemplo el caso del general Julio Rodríguez, designado por Podemos como cabeza de lista por Almería. Porque sí. Seguramente no es el único caso en estas elecciones pasadas, pero nos da un poco de pereza buscar otros ejemplos. En esto no se distingue nada la nueva política de la vieja.

Y una vez situada la cuestión a nivel semántico e histórico aunque sea muy sumariamente, vayamos al verdadero propósito de este texto, que no es otro que glosar un inquietante rumor que ha recorrido el país desde el pasado domingo, amparado primordialmente en el anonimato que proporcionan las redes sociales y amplificado de manera exponencial por cientos de miles de crédulos imbéciles o interesados sectarios.

Hablamos de la serpiente de verano consistente en difundir dudas acerca de la limpieza del escrutinio de las elecciones pasadas. Se insinúa que el gobierno en funciones ha cometido un enorme PUCHERAZO, que es lo único que podría explicar el adverso resultado obtenido por la coalición del corazoncito de colorines: Unidos Podemos. Para ello, se difunden supuestas “pruebas” que no son más que un insulto a la inteligencia media de cualquier ciudadano que tenga la más ligera idea de cómo se desarrolla actualmente un proceso electoral. De camino, como no dudamos del origen del citado rumor, sus autores se autodefinen inadvertidamente como tontos de remate, pues no alcanzamos a comprender cómo han sido incapaces de evitar ese supuesto “pucherazo” utilizando los mecanismos de control que una democracia de calidad media (no como la venezolana) proporciona y facilita.

Tan amplia difusión ha alcanzado el asunto, que dos de los principales líderes de la coalición han hecho referencia a él en el análisis de los resultados y las causas de su derrota. Negando tal posibilidad, es cierto, pero nos ha parecido que decían aquello de “yo no creo en la meigas, pero haberlas, haylas.” Y hemos leído en las redes sociales opiniones de gente a la que considerábamos serias, sumándose a esta descabellada idiotez.

Desde luego, nosotros tampoco nos fiaríamos ni un pelo de los pájaros que nos gobiernan, que si son capaces de robarnos los calzoncillos sin quitarnos el pantalón, cómo no iban a ser capaces de intentar un pucherazo. O sea, que no les dejaríamos las llaves de nuestra casa ni le compraríamos un coche usado. Pero de ahí a creer que a estas alturas se puede dar un pucherazo en España impunemente, no sólo es otorgarles una capacidad e inteligencia de la que carecen, sino que persiguiendo ciegamente ese fin, los autores del rumor se autodefinen como carajotes de solemnidad.

Señores, más seriedad, que no todo vale en política.

Nota: Las ilustraciones de esta entrada corresponden a caricaturas publicadas en revistas satíricas de la época de la Restauración. En la primera, se "levanta" a los Lázaros. En la segunda, Sagasta rodeado de pucheros.

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